¡Qué ganas tenía de venir a Riaño! Hace unos años planificamos este mismo viaje para Semana Santa, pero el mal tiempo en la zona nos hizo cambiar de plan a última hora. Después vinieron la pandemia y los cierres perimetrales… Y al fin tenemos una nueva oportunidad que no pensamos dejar escapar.
Ayer por la noche hicimos parte del viaje y hoy hemos conducido otras casi tres horas antes de llegar. ¿Qué significa esto? Que cuando llegamos al puente de entrada en Riaño, algo después de las once de la mañana, nos encontramos los aparcamientos abarrotados. Hay tres y, evidentemente, nos toca aparcar en el más alejado. Madre mía, cómo va a estar esto… Pero es lo que hay, Jueves Santo, media mañana y un sol espléndido. No creo que haya combinación más explosiva para que la ruta que queremos hacer, la ascensión al Gilbo, esté abarrotada. Estas situaciones me suelen estresar y disgustar un poco, pero hoy estoy optimista. Hemos venido cuando hemos podido, como todos lo demás. La ruta es corta (al menos en distancia) y no tenemos ninguna prisa. Ya iremos encontrando nuestros huequecitos entre la marabunta.
Esta ruta no tiene ni un metro que no sea bonito. Ya desde el aparcamiento las vistas hacia Riaño, el embalse y la montaña palentina con el impresionante Espigüete como protagonista, son preciosas. Cogemos una pista que sale a mano izquierda desde la carretera y que recorre parte de la orilla del embalse. Es una buena forma de empezar: ninguna dificultad para ir poniendo en marcha las piernas.
Cuando llevamos poco más de un kilómetro de admiración hacia todas las montañas que nos rodean, tomamos un desvío a mano izquierda. Se acabó la buena vida. Toca empezar a subir. Ya solo nos faltan 2,5 km para la cumbre del Gilbo. Qué bien, ¿no? También nos quedan 570 m desnivel. En fin, mejor no pensarlo mucho… Poquito a poco. Ya dijimos que no tenemos prisa.
En cuanto empezamos a subir nos quitamos la chaqueta. Hace fresco (6°C cuando empezamos a caminar), pero el sol y la cuesta calientan. Tras un tramo de camino algo despejado nos internamos en un bosque todavía sin hojas, por lo que no ofrece demasiada sombra.
Al salir del bosque tenemos ya al imponente Gilbo de frente. Parece inaccesible, pero sabemos que no lo es. De todas formas, no niego que voy un poquito nerviosa. Nos acercamos a un collado a mano izquierda, aunque nos desvía un poco de la ruta, por satisfacer la curiosidad de saber qué se ve al otro lado, pero no vale demasiado la pena. Nos vamos en busca del collado de la Pedrera.
Para acceder a este collado hay que superar un pequeño tramo rocoso, pero este esfuerzo sí que está recompensado. ¡Qué vistas se nos abren desde aquí! De hecho, vemos a bastante gente sentada en esta zona descansando o que simplemente tienen suficiente llegando hasta este punto, sin necesidad de subir más. Es un buen sitio para parar, pero nosotros optamos por seguir un poco más.
A partir de aquí empieza la parte más exigente de la ruta. Exigente por el desnivel, muy fuerte, y porque la senda no es nada cómoda. En muchas zonas la roca está pulida y con un leve barrillo por encima que la hace muy resbaladiza. Subiendo no ofrece demasiado problema, pero bajando vemos a gente que lo pasa mal y unas cuantas culadas.
Hablando de la gente… No he mencionado todavía la cantidad de personas que nos estamos cruzando en todas direcciones, pero es mucha, muchísima. Y bastantes personas no demasiado preparadas, ni por su forma física ni por el material, sobre todo calzado, que llevaban. Vimos de todo, pero prefiero no ahondar en esto. Vamos con la ruta.
El camino no nos parece difícil de seguir, aunque quizás fuese porque siempre hay gente en él… Hay zonas en las que no es recomendable cruzarse con nadie, así que en cuanto vemos que se nos acerca gente de frente, buscamos una zona segura donde parar y disfrutamos de las vistas que vamos dejando a nuestra espalda.
Y así, poquito a poco, con cuidado y paciencia, llegamos a la cima del Gilbo (1.679 m) sobre la una y cuarto del mediodía. Debe haber unas 20 personas más, pero salvo una chica un poco alborotadora que por suerte bajó enseguida, debo decir que no se estaba mal. La gente era muy respetuosa y hablaba bajo. Tampoco hace nada de aire. Eso, junto con las vistas tan increíbles que hay allí en todas direcciones, hace que optemos por quedarnos a comer. A pesar de las altas expectativas que traíamos, esta montaña no defrauda en absoluto.
Tras 45 minutos allí arriba disfrutando al máximo, emprendemos la bajada por el mismo camino. Si hemos subido con cuidado, bajamos con más cuidado todavía y usando bastante las manos para ayudarnos. Ya comenté que el camino resbala bastante.
Una vez en la pradera bajo el collado de la Pedrera, se ve de forma clara el senderito que tenemos que tomar junto a una buena pared rocosa. Es un pequeño tramo llano que las piernas agradecen de forma infinita. Este camino nos dirige al collado Vallarqué y desde él nos internamos en un nuevo hayedo.
Seguimos perdiendo altitud y el camino tiene bastante barro, pero este tramo está muy bien señalizado. Cuando ya nos falta poco para salir del bosque vemos un desvío que señala hacia la cueva de la Vieja del Monte. Nos intriga saber qué es y lo tomamos. La verdad es que resulta ser un lugar curioso, lleno de cosas variadas a la entrada (también algo de basura) y un baúl en el que dejarle una nota con un mensaje. ¡Nosotros dejamos el nuestro!
Esto es lo que dice el panel que se encuentra a la entrada sobre la Vieja del Monte:
“Personaje de la mitología leonesa que amasa pan en su cueva para mandárselo a los niños a través de sus padres, junto con avellanas, manzanas, etc., cuando estos venían a trabajar al monte. No la podréis ver ahora porque está en el bosque buscando avellanas y frutos silvestres. Solo se la puede ver en Navidad, cuando baja a ver a los niños.”
Hecha la visita, continuamos y nos desviamos de nuevo para acercarnos al embalse. Si durante todo el camino nos hemos ido encontrando con gente, aquí no hay nadie, así que disfrutamos del lugar más todavía. En este punto hasta hay mesas de piedra y nos paramos un rato a descansar y contemplar.
Cuando retomamos el camino ya solo nos quedan un par de kilómetros por la pista sin ninguna dificultad.
La ruta ha sido dura, incluso terminando la bajada por la zona de roca me llegaron a temblar un poco los cuádriceps, pero ha sido tan, tan bonita, incluso con gente… Ha ayudado mucho el día nítido y soleado que hemos tenido. ¡Este viaje no ha podido empezar mejor!
Más información sobre esta ruta
Desde que descubrí esta ruta en el blog de Rutinas Varias supe que algún día vendría aquí. Esta zona no puede tener un embajador mejor.
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- Distance Instructions
Datos técnicos
- Longitud: 8,8 km
- Fecha de realización: 14/04/2022
- Desnivel de subida: 606 m
- Desnivel de bajada: 606 m
- Punto más alto: 1.679 m
- Punto más bajo: 1.098 m
- Tipo de recorrido: Piruleta
- MIDE / Severidad del medio natural: 3
- MIDE / Orientación en el itinerario: 3
- MIDE / Dificultad en el desplazamiento: 3
- MIDE / Cantidad de esfuerzo necesario: 3
Mapa
Información geográfica propiedad del Instituto Geográfico Nacional.
El Gilbo está de moda y no es de extrañar porque es una montaña muy vistosa y con buenas vistas. Yo siempre he hecho la subida desde el pueblo de Horcadas; seguramente te quitas bastante mogollón de gente pero también tienes que hacer un tramo final por la arista soroeste que a mucha gente le da bastante respeto ya que es muy aérea… Me alegro que te gustara la tierrina. 😉
Pues nada, tomo nota para la próxima, porque es una montaña que no importa nada repetir… Además de ir temprano, claro.
Es que tu tierrina… ¡Es una maravilla!